El olivo, omnipresente, ancestral y magnífico, suele asociarse al símbolo de la paz y en esta tierra se ha convertido, además, en sinónimo de resistencia. Desde hace generaciones es costumbre que las familias posean al menos unos árboles y produzcan su propio aceite para consumo diario. No hay plato de cocina sin este alimento tan mediterráneo. Es muy frecuente que la primera comida del día consista en un simple trozo de pan mojado en aceite con especias.
Cuando Nasser Abufarha habla del aceite de oliva palestino no escatima elogios e historias sobre este producto al que se atribuyen tantos beneficios para la salud desde hace siglos. Recibe a los visitantes en los inmensos locales de Canaan Fair Trade, la cooperativa y compañía exportadora que creó en 2004.
A pocos kilómetros de Jenín, ciudad más al norte de Nablus, Cisjordania, se comienzan a ver variados cultivos de olivares, aquí se encuentra la sede de la empresa de este palestino, literalmente rodeada de cultivos de olivares.
“En esta región lo consumimos desde hace 5.000 años. Es la primera fuente de grasa de nuestra alimentación, indispensable para nuestras células cerebrales. Cada hogar se asegura de contar con su reserva para el año siguiente. A lo largo del tiempo ha habido dos alimentos básicos: la harina y el aceite. Hoy, la harina se encuentra en el supermercado. Pero las familias siguen produciendo su propio aceite con las aceitunas que dan sus olivos”, explica Nasser Abufarha.
Cuando llega la época de cosecha, el Gobierno concede un día festivo en la escuela para que escolares y estudiantes puedan echar una mano en los campos de olivares.
En el mes de octubre, la prensa de los hermanos Salim y Fouad Al Rantisi hierve de tanta actividad, como el resto de los 270 molinos que hay repartidos en Cisjordania. Su familia extrae el preciado líquido desde hace más de cien años; primero en Lod, su ciudad de origen, que hoy forma parte de Israel y, desde 1948, en Ramala, donde se refugió la familia.
Los habitantes de la región vienen a su molino a extraer el aceite de sus aceitunas, que después transportarán de regreso a casa en bidones, que guardarán celosamente al fresco, en una cueva o un antiguo pozo. El aceite de oliva es, por lejos, el principal producto agrícola de los territorios palestinos, donde también se cultivan dátiles y variadas verduras.
Sin embargo, a pesar de su experiencia milenaria y de la consecutiva producción —24.000 toneladas anuales— de la que viven cerca de 100.000 familias, esta grasa saludable sólo se vendía hasta ahora en el mercado local. Hasta hace poco, la producción de óleo palestino era demasiado artesanal y descentralizada y no estaba estructurada para llegar a los consumidores extranjeros.
LA OCUPACIÓN COMO DIFICULTAD
Lo único que le preocupa a día de hoy es el suministro de agua. Desde los Acuerdos de Oslo, las autoridades israelíes controlan el acceso a este preciado recurso. Los agricultores palestinos deben solicitar una autorización para poder cavar un pozo, pero en contadas ocasiones las conceden. Dependen de las cuotas y los precios fijados por Israel y denuncian sufrir cortes de suministro regularmente.
Además de los problemas relacionados al agua, los productores de aceite se enfrentan a la destrucción de sus árboles. Desde 1967 el olivo está en el meollo del conflicto, profundamente enraizado en el problema territorial.
Talados por orden militar, quemados o envenenados por colonos extremistas, en los últimos 50 años se han destruido cerca de 800.000 olivos, según estimaciones de la Autoridad Palestina.
En algunas regiones los agricultores han visto cómo sus tierras eran divididas por la barrera de separación de Cisjordania, por una ruta militar o el acceso a una colonia. Sólo pueden llegar a ellas escoltados por el Ejército, lo cual complica su día a día.
En el periodo de cosecha suele haber tensiones, sobre todo cuando los campos se encuentran cerca de las colonias. El Ejército israelí suele estar presente para evitar enfrentamientos, aunque no siempre logran impedirlos. Cuando atacan los árboles o las cosechas, pocos son los agricultores que lo denuncian, por desaliento.
En 2015 se exportaron unas 6.500 toneladas, es decir, un cuarto de la producción, a los países del Golfo y, cada vez más, hacia Gran Bretaña y Estados Unidos, como sucede con la producción de Canaan. “Cuando atacan los árboles supone una tragedia para el propietario, que los ha cuidado como si fueran sus hijos”, explica Nasser, “pero a escala nacional, replantamos a buen ritmo. Se estima que hay un número estable de entre siete y ocho millones de olivos en Cisjordania, plantados en aproximadamente el 50% de las tierras agrícolas”
En abril del 2017, Palestina entró como miembro permanente del Consejo Oleícola Internacional (COI), una admisión pospuesta desde hace tiempo por razones políticas, ya que el COI es una organizacion de las Naciones Unidas.
Es así como el cultivador palestino considera que lo que diferencia al aceite palestino de sus competidores es su naturaleza ecológica, el desarrollo sostenible y, ahora también, el comercio justo.
Fuente: equaltimes.org