Israel impuso la política de cierre de Jerusalén con el objetivo de bloquear el acceso físico de millones de palestinos de Cisjordania y Gaza a Jerusalén, a través del Muro de Anexión, los puestos de control militares, la empresa de asentamientos y su infraestructura asociada, y las barreras “administrativas” como el sistema de permisos. Sin embargo, se concede pleno acceso a Jerusalén a los colonos israelíes que residen en los asentamientos israelíes construidos ilegalmente en el territorio palestino ocupado.

El cierre total y el aislamiento de Jerusalén del resto de las ciudades palestinas dentro del territorio palestino ocupado ha afectado gravemente a la integridad geográfica palestina, al tejido social y a una amplia gama de derechos humanos fundamentales, dado que Jerusalén es fundamental para las tres religiones abrahámicas, así como para la historia, la cultura, el patrimonio y la economía de Palestina. Este cierre arbitrario se ha convertido en la norma rígida para millones de palestinos, incluidos los cristianos palestinos -descendientes de las denominaciones más antiguas del cristianismo en el mundo- que han sido testigos por primera vez en la historia de la separación impuesta por Israel entre Belén y Jerusalén, que representan los dos pilares principales de la fe cristiana: La Natividad y la Resurrección.

En consecuencia, cualquier palestino de Cisjordania y Gaza que desee entrar en Jerusalén por cualquier motivo, incluido el culto, tendrá que solicitar un “permiso” a las autoridades israelíes, y si lo obtiene, sólo podrá entrar por los puestos de control designados. Los “permisos de entrada” a Jerusalén son expedidos por el ejército de Israel, y vienen limitados en términos de tiempo y duración. Los permisos son muy fácilmente revocables, y pueden ser bloqueados por “razones de seguridad”. Por ello, es difícil impugnar las prohibiciones de permisos, ya que la información que las sustenta está clasificada como “información secreta”.

Cada Semana Santa, los cristianos palestinos de Cisjordania necesitan permisos israelíes para entrar en Jerusalén y poder celebrar la Semana Santa en la ciudad. Incluso cuando consiguen los permisos y logran atravesar los puestos de control para llegar a Jerusalén, las celebraciones de Semana Santa son sistemáticamente interrumpidas y los fieles cristianos que la celebran son acosados y atacados por la policía israelí. Con estas restricciones y acosos, miles de cristianos palestinos se ven prácticamente privados de celebrar la Pascua en Jerusalén.

En un contexto en el que Israel trabaja sin descanso para garantizar la judaización de Jerusalén, lo que conlleva la fragmentación y el borrado de la historia y las narrativas palestinas, tanto cristianas como musulmanas, y viola un amplio conjunto de derechos humanos fundamentales palestinos en el proceso, incluidos los derechos y las libertades religiosas, Israel ha anunciado recientemente que aumentará sus restricciones al acceso de los fieles cristianos a la Iglesia del Sepulcro el Sábado Santo de Fuego, limitando el número de palestinos que pueden participar en las ceremonias de celebración a tan sólo 1000 celebrantes, y restringiendo el acceso a los alrededores de la Iglesia. La capacidad habitual de la iglesia el Sábado de Gloria es de entre 10.000 y 11.000 personas.

Las restricciones sistemáticas y cada vez mayores de Israel a las celebraciones cristianas durante la Semana Santa son un ataque a sus derechos religiosos y amenazan las tradiciones cristianas centenarias en la celebración de la Semana Santa, que son una parte inseparable de la identidad cristiana palestina.

Estas restricciones arbitrarias adicionales son impuestas por Israel dentro de la Jerusalén Oriental ocupada, anexionada ilegalmente por Israel, lo que constituye otra violación manifiesta del derecho internacional que prohíbe a Israel, en su calidad de potencia ocupante, tomar medidas que pretendan cambiar la identidad y el carácter de Jerusalén, así como el statu quo de la ciudad, y considera nula cualquier alteración unilateral de este tipo[1].

[1] Resoluciones 478 y 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU

Fuente: Balasan