Colonos israelíes procedentes del asentamiento de “Shaarayim Tzofim” vertieron grandes cantidades de aguas residuales hacia las tierras de las aldeas de “Azzun Atma” y “Beit Amin”, en el sureste de Qalqilya. Estas aguas inundaron vastas tierras agrícolas plantadas con abundantes olivos.

Los residentes locales afirmaron que estas aguas residuales han dañado sus tierras agrícolas y han afectado negativamente a la calidad de las cosechas, que venden en los mercados para que sean su fuente de sustento.

Asimismo, las autoridades de ocupación israelíes intentan apoderarse del agua autóctona palestina y trasladarla directamente a los asentamientos coloniales cercanos en un intento de legitimar estos puestos avanzados de base judía y expulsar a la población de sus tierras.

Esto se ha considerado una herramienta de dominación colonial y de prácticas discriminatorias que Israel pone en práctica para proveer a Un Solo Pueblo.

En 2013, el grupo palestino de derechos humanos Al Haq describió esta política como “Apartheid del agua”, detallando cómo el dominio israelí de los recursos hídricos en Cisjordania y la Franja de Gaza promueve el desplazamiento de la población palestina y representa “solo un elemento de un proceso estructural irreversible que solo puede describirse como colonial”.