La poeta Fadwa Tuqan fue testigo de muchas cosas. Nació en 1917 en Palestina bajo el dominio británico, vivió la emisión de la Declaración Balfour por parte de Gran Bretaña, la Nakba en 1948, la guerra de 1967 y el comienzo de la ocupación israelí, los Acuerdos de Oslo de 1993 y la formación de la Autoridad Palestina, la construcción inicial del muro del apartheid de Israel y dos Intifadas.

Nacida en un hogar profundamente conservador en la ciudad de Nablus, Fadwa rechazó todas las costumbres que consideraba que ahogaban su búsqueda de conocimiento. Aprendió a escribir poesía a una edad temprana de la mano de su talentoso hermano Ibrahim, también famoso poeta. Sus primeros trabajos reflejan una valentía pionera en sus cándidos relatos sobre la feminidad, el amor y la emoción.

Tras la guerra de 1967 y la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza, su poesía adoptó un tono más abiertamente político, destacando la resistencia anticolonial y el papel de las mujeres en la protesta social. Se sabe que el general del ejército israelí Moshe Dayan dijo que leer un poema de Tuqan era como enfrentarse a 20 comandos enemigos.

Consciente de este contrasentido, escribiría años más tarde en sus memorias un párrafo revelador: “Cuando el techo cayó en Palestina, el velo cayó del rostro de la mujer de Nablús”. En 1962, Fadwa Tuqan viajó la Universidad de Oxford, donde durante dos años estudió Lengua y Literatura Inglesa y desde donde, además, empezó a tomar conciencia de la triste realidad del pueblo palestino.

Fue el despertar de una conciencia nacional que la llevó a dar un giro en su trayectoria literaria y a convertir su poesía temprana de tono intimista -Sola con los días (1952), Danos amor (1960), Antes de la puerta cerrada (1967)- en una poesía cargada de mensaje político, en un arma de combate frente a la ocupación del Ejército israelí, que culmina con Mártires de la Intifada, una de sus más famosas obras. La aparición de su autobiografía, La roca y la pena y Grito de la piedra, a mediados de la década de los noventa, fue saludada como un acontecimiento literario en todo el mundo árabe, mientras sobre ella recaían los galardones y el reconocimiento internacional.

Desde niña Fadwa siempre quiso estudiar, algo poco común para las mujeres de esa época pero probablemente consecuencia de lo que le tocaba vivir en su hogar.

Su paso por la escuela primaria fue corto. Un suceso que hoy nos resultaría ridículo determinó su educación formal: un niño del cual se había enamorado le regaló una flor de jazmín, y al enterarse su familia de eso, la sacaron de la escuela y la confinaron en su casa por años, haciéndola sentir una prisionera en sus muros.

Lejos de dejarse aplacar en las sombras de la ignorancia, decidió volverse autodidacta y contó para ello con la ayuda de uno de sus hermanos mayores, el gran literato Ibrahim Tuqan (1905-1941), conocido por ser autor del actual himno de Irak, Patria mía, y de célebres poesías como Mi corazón es de mi patria.

Ibrahim se convirtió en su tutor educativo y le abrió las puertas al mundo de la poesía. Todo comenzó un mediodía, cuando Ibrahim volvió de dictar sus clases de literatura en la famosa Escuela AnNayah, se sentó en la mesa a comer y compartió con su pequeña hermana las poesías de dos de sus alumnos. Los ojos de Fadwa se iluminaron al escucharlas y fue entonces cuando él se ofreció a brindarle clases de literatura árabe y de poesía.

Con el apoyo de su hermano, Fadwa comenzó a escribir. Con 22 años pudo finalmente estudiar de manera formal. Comenzó en Jerusalén estudiando Lengua y Literatura Inglesa, estudios que continuó en el Instituto Británico de Nablus y más tarde en Inglaterra. El estudio y el aliento de Ibrahim, la animaron a publicar sus primeros poemas en revistas de El Cairo y Beirut, dándose así a conocer en ambientes más amplios y consiguiendo más relevancia en la sociedad palestina y en el mundo árabe.

Sus primeras poesías publicadas las firmó con apodos como Dananir  y Matuqa, entre otros. Luego su hermano la apodó Umm Tammam por el parecido que tenía su estilo de poesía con el antiguo y célebre poeta árabe de la época del reinado Abasí, Abu Tammam.

En 1941, su hermano Ibrahim muere en un trágico accidente de tránsito dejando a Fadwa completamente huérfana de amor familiar. Inspirada en el profundo amor que sentía por él, le dedicó su primera obra publicada, Mi hermano Ibrahim (1946). Pero las tragedias continuaron. En 1948 se conformaba el Estado de Israel y fallecía su padre. Una ironía del destino. La opresión que ejercía su padre en su vida ahora se veía reemplazada por una nueva opresión política y militar, la ocupación sionista. Estos sucesos marcarían profundamente su vida.  Su escritura y cosmovisión ya no serían la misma.

Los siguientes años los dedicó al encuentro de sí misma, a viajar, formarse y ampliar sus horizontes. Fue madurando su poesía y su compromiso político. En 1967, con la segunda gran ofensiva israelí, su poesía se tornó más política. En la guerra conocida como La Naksa (النكسة, que significa el revés o la recaída), Israel se expandió sobre toda Palestina, los Altos del Golán sirios, las Granjas de Shiba libanesas, y la península del Sinai egipcia. Nablus, la ciudad natal de Fadwa, pasó a ser ocupada militarmente por las Fuerzas de Ocupación Israelíes (FOI) y comenzó para su población una de las etapas más oscuras de la historia y que continúa hasta el día hoy en lo que los Organismos Internacionales de Derechos Humanos y el Derecho Internacional denominan y categorizan como Apartheid Israelí.

Legado

Fadwa Tuqan pasó a la eternidad con 86 años, un 12 de diciembre de 2003. Pasó sus útlimos días en su ciudad natal, Nablus.

Dejó escritas más de 1200 poesías traducidas a múltiples idiomas. Aún quedan muchas de sus obras por ser traducidas al español para seguir difundiendo su legado. La historia de Fadwa es una historia que con los años se irá escribiendo más y más.

Entre la oscuridad de la opresión, brotó del corazón de Fadwa la chispa de la rebeldía. Esta vez ya no contra el patriarcado y el tradicionalismo aristocrático que la oprimió de niña, sino contra el colonialismo.

Supo tomar los momentos amargos y duros de su vida, y transmutarlos en obras maravillosas para confrontar y barrer las trabas e imposiciones de las cuales fue víctima, pero que nunca lograron detenerla ni quitarle la dulzura que la caracterizaba. Nada pudo con ella. Ni las antiguas tradiciones aristocráticas de su familia, ni la prohibición de ir a la escuela, ni las miradas punitivas de la sociedad de su época, ni mucho menos el tirano invasor occidental, encarnado primero por el Reino Unido que ocupó su país cuando ella tenía 5 años, y segundo por el autoproclamado Estado de Israel.