En el corazón del barrio de Aksaray en Estambul, grupos de palestinos se reúnen en el restaurante Hamada para comer y cenar. El restaurante sirve shawarma, al estilo de Gaza, con tahini, cebollas y zumaque machacado, todo envuelto en pan taboon. En su menú, este bocadillo se llama “shawarma gazatí”.

El restaurante, propiedad de un palestino de Gaza, está abierto hasta medianoche, y el ambiente es animado, ya que los palestinos se reúnen con otros palestinos que han emigrado a Turquía, ya sea por trabajo, estudios o turismo.

Para algunos palestinos, es la primera vez que se encuentran con otros jóvenes de Gaza o Cisjordania. Y aunque todos están ahora en Estambul, sus viajes hasta aquí fueron diferentes.

Mientras que los palestinos de Cisjordania pueden volar a Turquía desde el aeropuerto Ramon de Israel (recién abierto en agosto de 2022 para los palestinos), los palestinos de Gaza deben viajar primero a Egipto a través del puesto de control de Rafah. Desde allí, vuelan a Turquía a través del aeropuerto de El Cairo.

A pesar de lo arduo de ambos viajes, muchos palestinos de Gaza afirman que Turquía es el mejor destino y el más fácil para ellos, porque pueden conseguir visados turísticos y alojamiento laboral con relativa facilidad.

Las conversaciones que tienen lugar en Hamada, por tanto, pueden ser acuciantes: se habla de los puestos de control israelíes, de las dificultades mutuas, del asedio israelí a Gaza. Y, por supuesto, también hablan de sus sueños y esperanzas de futuro, que, para muchos, es la razón por la que vinieron a Turquía en primer lugar.

“Por desgracia, los gazatíes creen que Turquía es un país de ensueño para ellos”, afirma Rageh Nassar, director de una organización sin ánimo de lucro en Turquía llamada Comunidad Palestina en Estambul. “Las condiciones en Gaza son muy difíciles, pero en Turquía también lo son”.

Muchos palestinos de Gaza que han llegado a Turquía comprenden ahora la dificultad de empezar una vida en el país, y descubren que no es el “país de los sueños” que habían previsto.

“No hay perspectivas de futuro”

Electronic Intifada entrevistó a 83 palestinos de Gaza en Estambul (63 hombres y 20 mujeres), y 78 dijeron que querían viajar más allá de Turquía. De ellos, 68 dijeron que no tenían ninguna objeción a la migración indocumentada. Además, 20 habían llegado a Turquía con una beca y no querían regresar a Gaza.

Por ejemplo, Haitham al-Ashkar, de 34 años, lleva en Estambul desde mayo de 2018, cuando salió de Gaza en busca de trabajo.

Tras graduarse en contabilidad en la Universidad de Al-Azhar, buscó trabajo durante seis años en Gaza y no encontró nada. Actualmente, dice que no es una opción volver a Gaza porque las condiciones económicas allí son nefastas.

“Durante cuatro años trabajé como contable en empresas y restaurantes árabes [en Estambul]”, dice. “Los turcos me pagaban bien, unos 350 dólares al mes porque llegué a dominar el turco”.

Sin embargo, en junio de 2022, las condiciones empeoraron para al-Ashkar y muchos otros residentes árabes en Turquía cuando el ministro turco del Interior, Suleyman Soylu, anunció que Turquía no permitiría renovar los visados ni los permisos de residencia a los visitantes que hubieran obtenido visados de turista después de febrero de 2022.

“Por desgracia, yo tenía una residencia de turista”, dice al-Ashkar, “y el departamento general de migración de Estambul se negó a renovar mi residencia, como muchos”.

El gobierno turco, en junio de 2022, incluso prohibió a los extranjeros vivir en ciertos barrios de Estambul y otras ciudades turcas. Esta medida es para que los extranjeros no “superen el 10% de la población en una ciudad” de Turquía.

La lista de zonas restringidas incluye la friolera de 1.169 barrios repartidos por 58 ciudades de Turquía.

La mayoría de los palestinos de Gaza en Turquía residen en Estambul, concretamente en zonas como Esenyurt, Fatih, Sirinevler y Avcilar, afirman palestinos residentes en Estambul.

“Las condiciones empeoran aquí, no hay perspectivas de futuro”, afirma al-Ashkar, “y la necesidad de buscar asilo en Europa se ha convertido para mí en un deber humanitario, aunque sea ilegal.”