La clave está en el calendario juliano que, a diferencia del gregoriano que siguen los católicos, celebra Nochebuena y Navidad el 6 y 7 de enero, respectivamente. Aunque el segundo de los calendarios sea empleado regularmente en el mundo gracias a la introducción del Papa Gregorio XIII en 1582.

La distinción se debe a que el juliano conserva, desde el año 46 a. C. y gracias a Julio César, los días que Gregorio XIII decidió quitar aquel año que introdujo el nuevo almanaque. Estos comprendían fechas entre el día 4 y 15 de octubre, lo que supone los 11 días de retraso que tiene entre las celebraciones regulares y las ortodoxas.

Según Francisco Salvador, sacerdote párroco y rector en Iglesia Ortodoxa Santa María, afirma que “la Navidad del 7 de enero se conoce también como el día de la Navidad vieja. Eso es porque se eliminaron 11 días para compensar las discrepancias del calendario juliano que causaron los cambios al gregoriano”.

En ese sentido el padre Salvador recalca que “como tal tanto en Occidente como Oriente se celebra el 25 de diciembre, pero correspondería al 7 de enero, bajo el calendario antiguo y muchas iglesias ortodoxas, entre ellas la Iglesia del Patriarcado de Jerusalén todavía sigue celebrando y tiene todas sus fiestas acorde al calendario juliano y no gregoriano que se utiliza en todas partes del mundo”.

En 1922, el patriarca de Constantinopla decidió finalmente que el calendario gregoriano debía seguirse para la observancia de la Navidad, pero no para la Pascua de Resurrección, y este edicto fue seguido por muchas de las demás iglesias ortodoxas.