Los bombardeos del mes de mayo dañaron un tercio de las tuberías de Gaza, lo cual impide tratar el agua contaminada y distribuir el vital líquido para el consumo de los habitantes del enclave costero, además de dañar el medio ambiente.

La prohibición impuesta hace unos dos meses por el ministro de Defensa israelí, Benny Gantz, de introducir materias primas, materiales de construcción y artículos que Israel no considera “humanitarios” a la Franja de Gaza, provocó un retraso en la reparación de la red de agua potable y alcantarillado, destruidas tras los 11 días de bombardeos por parte de las fuerzas militares de Israel, que dejaron 279 palestinos muertos, entre ellos 69 niños.

En la actualidad, también es imposible llevar a cabo actividades de mantenimiento regulares en el enclave. Las instalaciones de desalinización y depuración de agua funcionan sólo parcialmente, y los proyectos de desarrollo y ampliación se han interrumpido, deterioro que se produce después de varios años de múltiples esfuerzos por parte de la Autoridad Palestina del Agua, las autoridades de la Franja y los países donantes para mejorar la infraestructura y el acceso al agua de los habitantes palestinos.

Alrededor de un tercio de las tuberías resultaron dañadas y aún no han sido reparadas adecuadamente, afectando el tratamiento de las aguas residuales. Estas se acumulan en charcos cerca de las zonas residenciales que penetra en las aguas subterráneas y otro porcentaje desemboca en el mar. Este peligro afecta tanto a los palestinos, para muchos de los cuales el baño en el mar es su única vía de escape del calor estival, como a los israelíes, que también sufren las consecuencias de la contaminación del mar, dice Maher Al Najjar, subdirector de la empresa de agua de los municipios costeros de Gaza

Estas restricciones, a juicio de Al Najjar, no se traducen solamente en una crisis humanitaria por la falta de alimento, sino que también en la ausencia de agua potable indispensable para el consumo humano tras prohibirse el ingreso de los materiales de construcción. “No hay nada más humanitario que un suministro regular de agua potable, pero no podemos garantizarlo, debido a la prohibición de introducir materias primas básicas y materiales de construcción en la Franja”, denunció.

La Organización Mundial de Salud (OMS) recomienda que como mínimo las personas deben tener acceso a 100 litros de agua por día y debido a los daños en las infraestructuras, el consumo doméstico del vital elemento por persona -para beber, bañarse y limpiarse- ha descendido de unos 80 litros diarios a 50-60 litros por día, antes del ataque.

La calidad del agua también se ha visto perjudicada, con un aumento significativo del nivel de cloruros. Según la OMS esta debería ser de 250 miligramos por litro, y en la Franja el nivel es ahora de 800-1.000 miligramos por litro, en lugar de 400-600 miligramos antes de mayo, lo cual provoca un daño irreparable en la piel y el pelo de los habitantes de Gaza.

El suministro de agua en la Franja -100 millones de metros cúbicos al año- procede de tres fuentes: mayoritariamente desde un acuífero ubicado en Gaza, un 10 por ciento se compra a Israel y alrededor de un 5 por ciento es agua de mar desalinizada en tres instalaciones diferentes, financiadas por Europa, Kuwait y otra por la agencia de ayuda estadounidense, USAID.

A pesar de que el lunes 12, el ministerio de Defensa anunció una “flexibilización” de las condiciones para introducir productos en la Franja, no tendrán un efecto inmediato, el proceso de presentación de ofertas para comprar los materiales necesarios y recibir un permiso israelí es largo, y significa que no habrá una mejora rápida de las infraestructuras de agua y alcantarillado. Algunos de los permisos ya han caducado y los contratistas tendrán que presentar nuevas solicitudes. En el mejor de los casos, los primeros elementos necesarios llegarán dentro de un mes.

Fuente: Haaretz

Edición: Comunidad Palestina de Chile